En el Perú, diversos documentos de política pública han impulsado la idea de una ciudadanía activa en educación. El Proyecto Educativo Nacional al 2036 y las orientaciones para la descentralización educativa proponen escenarios donde la participación comunitaria es un componente central de la gobernanza. Sin embargo, el reconocimiento normativo no garantiza que la participación ocurra de manera significativa. En muchos territorios, especialmente rurales, persisten dinámicas adultocéntricas, relaciones verticales y una valoración limitada del conocimiento producido por las comunidades. En este panorama, se hizo evidente la necesidad de contar no solo con información, sino con formas de generarla que fortalezcan la agencia del territorio. La transformación educativa también depende de la calidad del conocimiento que orienta las decisiones y de la legitimidad que ese conocimiento tiene para quienes deben actuar. Por eso, al iniciar nuestra primera experiencia investigativa en 2024, buscamos un proceso que integrara participación, análisis y construcción conjunta de sentido. Los Comités Consultivos permiten que estudiantes, docentes, familias y autoridades examinen su realidad de manera colaborativa, discutan tensiones y construyan evidencia que los representa. El valor de la innovación reside tanto en los hallazgos como en la experiencia de producirlos, pues fortalece vínculos, amplía voces y crea condiciones para que el territorio pueda orientar decisiones educativas.
El trabajo del Comité Consultivo se desarrolla a través de encuentros presenciales donde distintos actores educativos como estudiantes, docentes, familias y autoridades, se reúnen para comprender, analizar y dar sentido a su realidad. El proceso comienza con una convocatoria abierta y voluntaria, seguida por sesiones de formación que permiten construir un entendimiento común sobre la investigación y sobre cómo leer el territorio desde múltiples experiencias. Con esa base compartida, el comité participa en la definición de variables, revisa los instrumentos a aplicar y acuerda los criterios para seleccionar la muestra. Una vez realizada la recolección de información, el grupo se concentra en el análisis colectivo durante sesiones presenciales que combinan lectura interpretativa de citas, dinámicas colaborativas, reflexión individual y conversación guiada. Los hallazgos se discuten de manera conjunta y el comité contribuye a imaginar cómo pueden orientar acciones en el territorio, tanto desde sus propios roles como en diálogo con las instancias educativas públicas locales. La evidencia de su funcionamiento se observa en la claridad del análisis colectivo, la apropiación de los hallazgos y la capacidad de los actores locales para movilizar conversaciones y decisiones informadas. No requiere tecnología especializada, sino facilitación cuidadosa y condiciones que permitan una participación segura y significativa.
La experiencia se ha difundido inicialmente a través de las Unidades de Gestión Educativa de San Marcos y Ascope, que participaron en la convocatoria con sus comunidades educativas. Una vez consolidado el modelo, los comités y el equipo de Enseña Perú compartieron los avances en redes sociales institucionales, en portales oficiales de Brookings y en espacios de aliados externos. La experiencia también ha sido presentada en intercambios internacionales como UKFIET en Londres y en sesiones de la red Teach For All.
Entre los principales logros se encuentra la consolidación de un espacio multiactor e intergeneracional donde se vive una participación auténtica y se transforman dinámicas de poder. Los hallazgos ya fueron socializados en ambos territorios mediante activaciones comunitarias y un evento virtual liderado por los propios comités. Las UGEL han identificado acciones a implementar según su prioridad educativa y Enseña Perú ha ajustado procesos internos y programas a partir de la evidencia. Los miembros del comité han compartido los hallazgos en sus comunidades y han impulsado pequeños proyectos desde sus propios roles. Para los próximos años, los comités desarrollarán las acciones priorizadas y se acompañará su despliegue junto con las UGEL y los equipos territoriales. Se buscará que las UGEL asuman un rol más protagónico en la gestión de estos espacios participativos, fortaleciendo sus capacidades para sostener procesos deliberativos alineados con los marcos de políticos
El modelo ha ido ajustándose a partir de ciclos de retroalimentación recogidos tres veces al año mediante un índice de gobernanza participativa. Este instrumento permite identificar la calidad de la participación, la seguridad emocional, la claridad de roles y las condiciones necesarias para sostener el proceso. Con esa información, se fueron modificando la estructura y el ritmo de las sesiones, dedicando más tiempo a la construcción de confianza, al acompañamiento emocional y a la creación de espacios de reconocimiento y celebración que fortalecen la cohesión del grupo.
También se incorporaron mejoras en la forma de tangibilizar el proceso, como sistematizaciones accesibles que permiten a los miembros del comité ver cómo sus aportes informan decisiones de la investigación. Uno de los cambios más significativos surgió al identificar que la movilidad era una barrera para la participación sostenida. En respuesta, se incluyó transporte para estudiantes y para quienes viajan desde zonas alejadas, además de mantener la provisión de alimentación en cada encuentro. Estos ajustes han permitido que la participación sea más continua, segura y equitativa.
Para poner en marcha un proceso como este, lo primero es establecer una alianza con la autoridad educativa local y convocar a un grupo diverso que participe de manera voluntaria y con claridad sobre el propósito del comité. Las sesiones iniciales se dedican a construir un entendimiento común sobre la investigación y a crear las condiciones de confianza necesarias para trabajar juntos. Una vez que el grupo comprende el alcance y las posibilidades del proceso, se abre un espacio para co-diseñar la ruta investigativa. Esto implica conversar con el comité sobre qué momentos consideran más significativos, dónde encuentran mayor utilidad para sus territorios y en qué etapas desean involucrarse de manera conjunta. La ruta final surge de esa negociación y puede diferir de modelos previos, pues se adapta a las capacidades, intereses y tiempos del territorio.
Para sostener la participación, es fundamental asegurar movilidad, alimentación y un acompañamiento emocional cuidadoso, así como implementar espacios de retroalimentación periódicos que permitan comprender cómo se está viviendo el proceso y ajustar la facilitación cuando sea necesario. La investigación participativa solo se completa cuando lo aprendido encuentra un espacio para convertirse en acción, ya sea desde la comunidad, la autoridad local o la organización que impulsa la iniciativa.
Para orientación sobre una adaptación responsable, puede contactarse al equipo de Enseña Perú en valeria.duarte@ensenaperu.org.